Por: Don Errata (Oliver López)
Mediante la empatía se puede comprender el carácter del propio interlocutor y compartir de forma natural y sincera el destino y los problemas de los demás
Ryzard Kapuscinski
Noviembre, 2013
“¡A la víbora, víbora de la mar…! ¡Viva! ¡Viva! “. Rafael Cruz Vidal se dirige hacia mí y comienza a cantar con una sonrisa y una mirada que ––extrañamente–– se encuentra perdida. Sus movimientos de vaivén acompañados de tropiezos sobre la acera reflejan una condición poco común. El resto de sus compañeros, formados a las afueras del Comedor Comunitario de La Casa de Apoyo al Menor Trabajador, comienzan a rolar “las monas” desde atrás hacia adelante; pareciera como si el adelanto del postre ya se estuviera suscitando. La droga se encuentra en la mano de los jóvenes y adultos. Miradas perdidas, encapuchados adictos, voces sin tono, olores de olvido y religiosos en búsqueda de la salvación.
Rafael Cruz, joven de 25 años, es el tímido del grupo. Se le ve postrado contra la pared del comedor comunitario. Hasta ese momento nadie le dirige la palabra, lleva ambas manos en la bolsa de su suéter color verde acompañado por una cachucha grisácea que, por lo desgastada que está, todo parecía indicar que antiguamente era de un color verde oscuro.
Rafael Cruz Vidal me observa, me extiende la mano, y hacemos contacto inmediato. Me considera su hermano, “tocayo” como bien me diría al cruzar las primeras palabras con él. Es uno más dentro del clan de las personas en situación de calle de la Ciudad de México.
Comenta que antiguamente vivía en Tijuana, tierra que lo vio lo nacer y lo llevó a un futuro liderado por el Narco y las armas. Su padre murió a causa de un complot hecho por el cartel de Tijuana. Rafael Cruz habla demasiado rápido que la mayoría de sus palabras se esfuman quizás a causa de lo dramático de su situación; no quieren ser oídas, prefieren perderse entre el aire para no volver a ser recordadas al menos por él, sino únicamente por Dios, su único salvador.
“Yo sé que los pecadores no alcanzarán el reino de Dios pero, a pesar de eso, yo amo a mi México Querido: México lindo y querido, si muero lejos de ti, que me traigan aquí y que me entierren aquí”. Rafael Cruz revela que ha sido un pecador, canta con fervor México Lindo porque para él, a pesar de vivir en un país repleto de corrupción, existe una oportunidad para aquellos abandonados por las autoridades. La única forma de lograr un lugar en estar tierra es encomendarse a Dios.
Rafael Cruz mencionó que para él la vida en Tijuana “está cabrona” y que en los ranchos está mucho peor, porque existe la figura de los rancheros, los “botudos”, los “sombrerudos”, los machistas. “Mis amigos me decían que si los rancheros me faltaban al respeto, yo no debía dejarme. Lo conveniente era matar a esos putos y partirles la madre. Por lo tanto, mi padre ––antes de morir–– me djio que aprendiera todo lo que pudiera de él”.
La violencia de Tijuana fue un factor del cual Rafael Cruz Vidal no pudo librarse, ya que no sólo se convertiría en una causa de pérdida de muchos familiares, sino también en su modus vivendi. Paralelamente, a la edad de 24 años, Rafael se había juntado con una mujer de 40 años y comentaba que, para celebrar sus cumpleaños ––en lugar de chelas y pastel––, su jefe le daba drogas con muchos químicos.
Al mencionar la palabra droga, la voz de Rafael se corta por momentos, sus ojos comienzan a cristalizarse y su mirada comienza a enrojecerse, una pequeña inhalación y suspiro lo pone de nuevo en combate. Afirmó que uno de sus mejores amigos murió a causa de “tanta pinche droga” .
––No fue fácil. Fue mi amigo desde la primaria y lo encontré la última vez bien drogado. Y le dije: “Guey, ¿qué tienes?”. Y me respondió que estaba bien, aunque en el fondo sabía yo que estaba bien perdido en las drogas. Yo me considero una persona muy inteligente y siempre me encomiendo a Dios para que me dé más, y sé que todo lo que esté en nombre del Padre será cumplido y lo he comprobado.
Rafael Cruz afirmó que él no peca para Dios, que no hay que ponerlo a prueba y tampoco a Cristo. “Yo lo amo a él y él me ama a mí”. Así es como su fe religiosa se convierte en un escudo protector que lo cuida diariamente de los peligros que se viven en la colonia Tacubaya en la cual habita. Para él Dios es la única salida que le queda.
––(canta) Por que me amaste a mí, te amo más que a mi vida con una corona de espinas…
A medida en que Rafael Cruz platica su experiencia, de su lengua amarillenta ––plagada de una espesa masa blanquecina que revelaría quizá alguna infección–– salen palabras que denotan su paso de creer en el narco a convertirse en un humano meramente religioso. Menciona que nunca ha tenido paz en su vida y que, desde que su antiguo jefe lo comprometió al Narco con una 9 milímetros, empezó a involucrarse más con los cárteles. Sin embargo, cree que el gobierno tiene muchas cosas que hacer como lidiar con el narcotráfico y que para él lo peor era cuando el ejército hacía antidoping en Tijuana. Comentó que esta práctica “era la perdición para muchos de nosotros”. (Rafael Cruz comienza a secar sus lágrimas que recién acababan de salir de su rostro y dice: “Hace mucho tiempo que no lloraba”).
––Perdona. Es que luego me acuerdo de mi padre y me duele en el corazón porque lo extraño mucho (vuelve a caer en llanto) pero ps ya ni modo, así es la vida ¿no? Nacemos, crecemos y después morimos. El tiempo pasa y no se detiene. Afortunadamente, conocí a un rapero que estaba devastado, pero Dios lo cambió. Dios sana, él restaura vidas.
––Es entonces “el salvador” como muchos le dicen ¿no?
–– Sí, así es. Él está dispuesto a salvarnos del pecado. Él dio su sangre por nosotros sus pecadores. Yo fui pecador, pero me arrepentí después. Deja te leo un párrafo de San Juan.
Rafael Cruz Vidal ––inesperadamente–– saca del bolsillo de su sudadera una Biblia muy pequeña color azul (del estilo de aquellas que suelen regalar ––rara vez–– a las afueras del metro), recorre las páginas de la misma con sus manos entintadas de un color negruzco a causa ––quizás–– de la suciedad de las calles y de las coladeras donde suele dormir. Encuentra el versículo deseado y entre las hojas se asoma un esperanzador billete de 20 pesos. Por mi mente pasó que ––al menos–– por aquel día él no pasaría hambre.
––Te cito el versículo: “Los principales sacerdotes buscaban testimonios contra Jesús para regalarle a la muerte, porque muchos decían falsos testimonios contra él, mas sus testimonios no concordaban”. Todo esto no fue cierto, porque la gente creía en los milagros de Jesús. Fue una gran muestra de amor que diera su vida y su amor puro.
Rafael Cruz, a pesar de ser víctima del Narco, también se consideró víctima de las mujeres a las cuales desprecia por lo que vivió en su pasado. Mencionó que éstas exigen amor puro a cambio de dinero. Para él, el amor es una cosa sublime, pero ––por ahora–– sólo confía en el amor de Dios.
La condición de Rafael Cruz se debe principalmente a su neurosis, la cual padece desde hace ya unos años. De ahí el porqué de sus movimientos descontrolados, su delirio y su falta de conexión de las ideas asociadas a un volumen de voz que subía y bajaba recayendo por momentos en la felicidad, el enojo y la tristeza.
Mencionó que está en un grupo de “neuróticos anónimos” a causa de que nunca usaba su cabeza para actuar adecuadamente, ya que jamás le importó la vida de las demás personas durante su vida pasada. “Cuando iba a la sierra pues había narcos, guey. Todos ellos vendían droga, pero no nos podíamos llevar nada nosotros, nos obligaban a regresarla. Y ––aunque no lo creas–– yo estuve preso 5 años, está muy canijo ahí”.
––¿Hace cuánto que salió de la cárcel?
––Salí hace 3 años.
––¿Por qué lo encarcelaron?
––Por una supuesta violación a una menor. Yo no hago esas cosas, se trataba de una niña de un año o dos, ni que la hubiera matado; ahí sí se las aceptaba, pero no soy estúpido. Antes soñaba que alguien me violaba; eran más bien pesadillas. Conocía a un gay que le gustaban, en ese entonces, los jóvenes como yo, y me dijo que si revelaba algo de él me iba a matar. Yo le dije que a mí nadie me mataría, pero si hubiese tenido la oportunidad yo lo hubiera matado antes.
––Pero… ¿usted no cree en la venganza?
––No. Y a pesar de que Dios es grande, yo lo hubiera matado desde cuando. Lo único que llegué a hacer fue robarle a ese maricón 10 mil pesos; me pasé de lanza. Yo no soy gay, ni activo ni pasivo, nada de eso. Yo soy un hombre hecho y derecho. Pues… déjame te digo que tengo un hijo de siete años.
––Y, ¿él dónde está ahorita?
–– Está en Manzanillo, Colima.
––¿Con quién está viviendo su hijo?
––Con su mamá. Ella ya no quiere estar conmigo, yo le decía a Ana –mi esposa– que teníamos que juntarnos por el bien del niño, se lo pedía de favor. La última vez que vi a mi hijo, me dijo: (Rafael nuevamente vuelve a caer en lágrimas) “Papi, ¿no nos vas a ayudar?”. Y yo le respondí: “Tranquilo, papito. No llores”. Le dije que no lo quería, sino que lo amaba. Después de dejar a la madre de mi hijo, nunca me volví a casar. Ana me rechazó después de que tuvimos al niño. Pero, a pesar de que me las vi negras con mi pareja, siempre intenté hacer lo posible por ofrecerle a mi hijo comida, principalmente, tortillas y frijoles.
Rafael Cruz Vidal dice que se muestra como una persona olvidada donde la calle es su casa, la generosidad de la gente sus ingresos y antiguamente las drogas sus refugio de la realidad. Su vida no ha sido sencilla desde que salió de las filas del cártel de Tijuana. Aprendió a no pecar después de cinco años de estar preso. Ahora es un hombre libre, abandonado y en búsqueda de la salvación que se postra no en las autoridades o en programas sociales del Gobierno del Distrito Federal, sino ––más bien–– en la fe de Dios con la cual afirma que puede conectarse con Él en el fondo de su corazón.
Las lágrimas compartidas por Rafael Cruz Vidal reflejan la vida de un hombre que, a pesar de padecer neurosis, refleja sentimientos encontrados, historias pasadas y muestra la humildad de una persona que vive el día a día en las calles en búsqueda del pan diario. Su historia hace reflexionar hacia dónde vamos, por qué desaprovechamos lo que tenemos, por qué no actuamos por salvar a aquellas personas que son nuestros olvidados vecinos nocturnos. La respuesta está en voltear a ver a nuestras calles, a nuestros rincones de la colonia para darnos cuenta que nosotros también podemos compartir lágrimas con estas personas, porque somos humanos y ––al igual que Rafael–– hemos sido pecadores. “La fe es mi única esperanza”.